Diferentes voces han puesto en tela de juicio la cordura del presidente de la Nación.

Insultos a diestra y siniestra, amenazas, hiperactividad compulsiva en redes sociales, ataques a las instituciones, respuestas infantiles y un sinnúmero de actitudes del presidente Javier Milei, comenzaron a sembrar dudas sobre su capacidad, y a preguntar directamente si está en pleno uso de sus facultades como para ejercer la conducción del país.
Lo que desde hace algún tiempo se analizaba con discreción, ahora se plantea públicamente desde distintos ámbitos.

El jefe de bloque de senadores nacionales de Unión por la Patria, José Mayans, afirmó que Milei “tiene problemas de salud mental”, y planteó sin rodeos que “hay que ver la forma de si este muchacho está en condiciones de seguir conduciendo los destinos del país”.
El gobernador cordobés, Martín Llaryora también se refirió al estado mental del presidente, cuando Milei le sugirió que busque ayuda: “Que el Presidente me mande al psicólogo es como que yo lo mande al nutricionista”, dijo.
El intendente de Córdoba, Daniel Passerini, planteó sobre el mandatario nacional que “yo no sé si se burla de la gente o si está con alguna descompensación. Claramente, no está interpretando la gravedad de la situación. Y se está desentendiendo de sus responsabilidades”, observó.
El dirigente rural Eduardo Buzzi, de Federación Agraria, fue más allá y señaló que a Milei le pueden hacer juicio político por “insania”.
“Quiero creer que la figura del juicio político que la Cámara de Diputados y Senadores pueden ejercer en caso de riesgo de volatilidad institucional sea una herramienta que, de ser necesario, se analice seriamente para ser aplicada”, evaluó.
El economista Mariano Fernández aseguró que “Milei está bastante loco, no un poco”, y  el economista francés Guy Sorman, que tuvo de alumno a Javier Milei, coincidió en que “está totalmente loco”.
Similares opiniones proliferan entre legisladores y referentes políticos de diferentes sectores.

Esta clase de cuestionamientos no se enfocan ya en las políticas y medidas de Milei, sino en las formas y su modo de actuar.
Es un hecho que no hace gala de su investidura, y aunque no lo parezca eso podría llegar a tener consecuencias.
Hay algunos antecedentes, como el del “Loco” Bucaram en Ecuador.
Abdalá Jaime Bucaram Ortiz fundador del Partido Roldosista Ecuatoriano había asumido en agosto de 1996 y el 7 de febrero de 1997 ya era un expresidente.
Habían pasado menos de seis meses desde su celebrada asunción en agosto de 1996, luego de una campaña en donde acompañado por una banda de rock, cantaba con ellos y se autopreciaba de ser el Mick Jagger de la política. Decía cosas como que a él al igual que a Cristo y a Gandhi lo llamaban loco.
Su gobierno recibió fuertes críticas al plan económico y a una forma errática de presentarse en público y cierta ostentación que calificaban de impúdica. Tenía una enorme incontinencia verbal donde insultaba a sus oponentes. 
Violencia e insultos se repetían en su cotidianeidad, y pensaba que ganaba popularidad con eso.

Fue así que le endilgaron cierta enajenación mental como motivo para no poder ejercer su presidencia. De todas formas y a pesar de su estilo agresivo y ciertamente original para un presidente, la causa de su derrocamiento lo origina la puesta en marcha de un plan económico pretendido como de austeridad con fuerte impacto empobrecedor.
Opositores políticos y gremiales decían que “la permanencia de Bucaram era un problema económico, social y político ya que las medidas impulsadas estaban impuestas desde afuera por el FMI y el Banco Mundial y era un modelo neoliberal intolerable”
Haciendo uso de un artículo de la Constitución y bajo el cargo de incapacidad mental fue destituido por el Parlamento. 
Otro caso fue el de Mary Elizabeth Truss, primera ministra del Reino Unido entre septiembre y octubre de 2022, conocida por sus puntos de vista económicos libertarios y su apoyo al libre comercio.
Se opuso a cualquier ayuda en el campo social. Fue hostil a los trabajadores, propuso limitar el derecho de huelga. Intentó reducir salarios del empleo público y descreía de políticas que requieran inversión para cuidar el ambiente.
Presentó un presupuesto con muchos recortes fiscales y esto provocó gran desorganización de la economía inglesa.
Su muy breve período de gobierno estuvo signado por el caos político y económico mientras ella insistía en objetivos de “libertad” que se alcanzarían con sus medidas. Duró solo 44 días.

 

 

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