Más de 30 millones de personas aprenden mandarín en más de 180 países y regiones, de los cuales 85 ya lo incorporaron a sus sistemas educativos. Es un mercado en crecimiento que proyecta mover 13.100 millones de dólares en 2027. De la influencia de TikTok al top 10 del ranking de Duolingo.

Por Fernando Capotondo

Tan ignorantes como deseosos de dejar de serlo, alrededor de 30 millones de personas

aprenden chino como lengua extranjera en más de 180 países y regiones del planeta, reveló

el último informe de la Administración Nacional de Datos de China. Se trata de un mercado

que proyecta mover 13.100 millones de dólares para 2027, según la plataforma de mercado

global HolonIQ, en un contexto internacional en el que el mandarín ya no es visto como un

lenguaje indescifrable, sino como un puente que es fundamental cruzar para dialogar con la

cultura, las costumbres y – sobre todo – la economía de un país cada vez más influyente en

términos geopolíticos.

En la actualidad, el idioma chino forma parte de los programas educativos nacionales de 85

países, con más de 200 millones de estudiantes y usuarios que se sumaron en los últimos

años. Según el Informe de Idiomas de Duolingo, se ubicó entre las diez lenguas más

estudiadas del mundo, con 12,9 millones de usuarios en 2023 que representaron un

aumento del 31% anual, en el que destacó el sorprendente crecimiento de alumnos

estadounidenses, que en enero de 2025 alcanzó un 216% interanual.

La popular plataforma de aprendizaje de idiomas atribuye parte de este interés “al consumo

cotidiano de contenidos en redes sociales, donde la lengua aparece integrada a expresiones

culturales atractivas, breves y replicables”. Al respecto, existe cierto consenso sobre el

papel que ha desempeñado TikTok como herramienta del “soft power” chino, para atraer la

atención, divertir y, de paso, mostrar un país sustancialmente diferente al que occidente

busca demonizar como eje del mal de toda la galaxia.

“Millones de jóvenes se están sumergiendo lentamente en el idioma chino”, ratifica Jia

Yuxuan, investigadora del Centro para China y la Globalización, al cuantificar la masiva

migración de “tiktokers” estadounidenses a la también china RedNote, ocurrida tras las idas

y vueltas del presidente Donald Trump con la prohibición de la popular plataforma de

videos. “Dos almas gemelas se toparon con un momento hermoso y raro de entendimiento

mutuo”, fue la poética figura que ensayó la académica al justificar los primeros efectos de

un escándalo aún irresuelto.

EL SHOW DEBE SEGUIR

En este contexto, sería un error atribuir la mayor aceptación del idioma chino a los

caprichos y manipulaciones de los algoritmos de las redes sociales, sin considerar la

influencia de la significativa cantidad de videojuegos, series y películas que hace algunos

años eran casi una excentricidad, pero hoy se han transformado en consumos culturales

masivos en las aplicaciones de celulares, Netflix y otras plataformas de contenidos

digitales.

En efecto, sobran los ejemplos de las decenas de millones de personas que, hasta hace poco

tiempo, eran indiferentes frente a un simple carácter chino y, ahora, son capaces de

identificar y, quizás, aprender el significado de un par de frases mientras se pelea con

“Black Myth: Wukong”, el primer videojuego en 3D de China, que rompió todos los

récords al vender 10 millones de copias en solo 3 días.

Algo parecido ocurre con Ne Zha 2, la súpertaquillera película de animación que muchos

gustan presentar como la nueva vidriera simbólica de la cultura china. Más allá de sus

cualidades artísticas, el film opera en el exterior como una interesante “experiencia

lingüística”, al hacer que millones de personas escuchen – durante 2 horas y 24 minutos –

cómo suena un idioma que, a priori, parece bastante difícil de entender.

Si bien no existen mediciones concretas, analistas de comportamiento digital han observado

que las plataformas de enseñanzas de idiomas, como Duolingo y HelloChinese, suelen

registrar un mayor número de interesados en aprender mandarín en los días posteriores a

lanzamientos de producciones “hechas en China” como las anteriormente citadas.

CONFUCIO, SIEMPRE PRESENTE

Es una obviedad señalar que estos avances se producen en medio de un escenario político

que también hace lo suyo. El creciente número de turistas extranjeros en China – que

utilizan aplicaciones de traducción, repiten las pocas palabras que saben del mandarín y, si

todo falla, se las rebuscan con algo de lenguaje corporal – no puede ser analizado sin

linkearlo con la también creciente lista de países cuyos ciudadanos no requieren visa para

ingresar al territorio chino (este mes entró en vigencia el beneficio para Argentina, Brasil,

Chile, Perú y Uruguay).

Más allá de los 55 países a los que no se les exige visa, la principal política del gobierno

chino para promover su idioma y cultura en el exterior tiene nombre y apellido: Instituto

Confucio. Se trata de una red global de aproximadamente 500 centros y mil aulas en

escuelas primarias y secundarias de más de 160 países, en los cuales ya estudiaron chino

más de 11 millones de personas, desde su creación en 2004.

Los Institutos Confucio ofrecen cursos de idioma, actividades culturales, becas, concursos

como el “Puente Chino” y exámenes HSK (Hanyu Shuiping Kaoshi, una prueba oficial

diseñada para evaluar el nivel de los hablantes del chino no nativos).

“Hemos contribuido a que las personas pierdan el miedo y el respeto hacia la dificultad del

idioma, cada vez hay más gente que habla chino, y muchos de nuestros alumnos ya se

encuentran trabajando en empresas en China o en Argentina, incluso en el cuerpo

diplomático”, explicó Roberto Villarruel, el director del Centro Universitario de Idiomas

(CUI), de la Universidad de Buenos Aires (UBA), durante la conmemoración de los 20

años del programa oficial de idioma chino mandarín en Argentina, y los 15 años del

Instituto Confucio de la UBA (ICUBA), que se celebraron el año pasado.

CAMBIO Y FUERA

Las decenas de miles de estudiantes que pasaron por los cuatro Institutos Confucio que

funcionan en la Argentina y el programa que el cubano Carlos Gálvez acaba de presentar

para la enseñanza del chino como segundo idioma extranjero en la Universidad de La

Habana, son sólo ejemplos del actual proceso de acercamiento de la región a una lengua

que siempre fue vista desde lejos y, tal vez, con algún nivel de menosprecio en

comparación con el omnipresente idioma inglés.

Se trata de una suerte de batalla cultural que invita a replantear antigüos preceptos que se

creían incuestionables puertas adentro de China. “Todos estos cambios no dejan de

sorprender a muchos chinos que pasaron años luchando por pronunciar el inglés y

desenvolverse en su compleja gramática, a menudo por insistencia de sus padres, para

poder acceder a mejores universidades y oportunidades laborales, según un informe de la

agencia Xinhua.

En efecto, todo parece estar cambiando. Mientras China avanza casilleros en el juego de la

oca global, el mandarín comienza a desplazar al inglés como idioma aspiracional de las

nuevas generaciones. Es un proceso incipiente, pero real, que se potencia desde el citado

“soft power” chino y el trabajo de divulgación y docencia del medio millar de Institutos

Confucio que funcionan en el mundo.

“Con cada día que pasa se vuelve más claro y fácil de sostener: el futuro habla chino”, fue

la premonitoria conclusión de un paper publicado en 2016 por Asia Society, una reconocida

organización de Estados Unidos, fundada por la familia Rockefeller, que jamás podría ser

acusada de hacer propaganda a favor de China.

Después de casi una década de aquel informe, quizás no sea un apresurado sostener que el

futuro del idioma chino es hoy.

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